Por Fernanda Matarrita
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Fotos: Pamela Jiménez
Tenía 15 años cuando decidió que era tiempo de extender sus alas y volar, Xochilt dejó madre, cinco hermanas y sus hermosas sierras en Managua. Ella nació para ser libre y no dudó ni un segundo aprovechar la oportunidad que la vida le ponía en bandeja de plata.
La elegida, así se nombra esta chica morena de cabellos negros cuando le pregunto cómo es que llega a Costa Rica a tan corta edad, con gran algarabía empieza a narrarme la manera en la que todo se fue dando. “Soy adoptada”, dice con propiedad.
Alexandra, una diseñadora y artesana naturalizada costarricense y de raíces nicaragüenses, tenía terrenos cerca del lugar en el que vivía Xochilt, en una de sus tantas idas a Nicaragua, puso los ojos en una de las seis hijas de Sorayda López (madre biológica).
Ella cree que la divinidad y la energía de la tierra probablemente confabularon, para que de esa manera su alma libre e independiente tomara un rumbo distinto: “Alexandra llegó en una misión, ella me vio a mí, me eligió para venir”.
Habla más fuerte, porque le emociona recordar como se le dio la posibilidad de conseguir a tan corta edad lo imaginado desde niña, mientras corría en medio de árboles y extendía sus brazos Xochilt simulaba tener alas y soñaba con todo lo que había más allá de sus amadas sierritas.
“Yo quería salir de la casa, tener nuevas aventuras, recién terminaba el colegio, mi mamá me dio permiso de venir, pero al otro día me dijo que mejor no, que ella me quería mucho que me quedara allá, después yo decidí, le dije: ‘usted ya dio el permiso, yo me voy’, entonces me vine y he luchado todo este tiempo para salir adelante con mi esfuerzo y la ayuda de mis papás acá”.
Costa Rica es su casa hace nueve años, desde entonces es parte de los Dávila Maltés con quienes siente una unión más fuerte que la proporcionada por los lazos de sangre.
Cuando habla de ellos (Alexandra su mamá adoptiva, “Calym” -seudónimo con el que prefiere ser llamado- su padre adoptivo y el hijo de ambos Alexandro -hoy su hermano-), sus grandes ojos negros brillan de manera especial, “me siento como nacida de ellos, desde el inicio sentí una vibra muy positiva”.
La vida
Xochilt Tijerino López, nació un 7 de agosto de 1991 en Managua, Nicaragua, es hija biológica de Sorayda López Tijerino, del padre lleva solo el apellido, de él prefiere no hablar. Es la segunda de seis hermanas, se reserva sus nombres, aunque esta mujer transpira paz y tranquilidad, asegura no llevarse muy bien con ellas.
Por unos minutos retorna a sus amadas tierras nicaragüenses y recuerda el transcurso de su infancia: “fui muy feliz, vivía en un lugar bellísimo, nunca tuve mascotas pero siempre me han gustado mucho los animales y el cuido del medio ambiente. Crecí acompañada de mi madre, hermanas, abuela, tíos y primos. Yo estoy en contacto con mi familia biológica, voy a visitarlos y estamos en constante comunicación”.
Durante su formación hubo una enseñanza que hasta el día de hoy atesora: la creencia en Dios, aunque hace la salvedad de que cuando te hacés grande ves la vida y sus circunstancias con otros ojos.
“Nací en cuna evangélica protestante, cuando uno va creciendo toma sus propias decisiones, al principio todo es por imposición, pero al crecer ves qué es eso que te hace bien.
Ahora soy más de mente abierta, acepto a cualquier persona sin importar cuál sea su creencia o aspecto: para mí todos somos iguales. Muchas veces la religión te dice cómo vestir, qué escuchar, te imponen una serie de reglas que en realidad no te sirven para nada, te privan del conocimiento, de la vida.
Yo sigo creyendo en Dios, pero acepto que las personas le llamen energía, luz, Buda, Alá, todo lo que venga de ese simbolismo que te bendice, la palabra Dios simboliza amor, y todos los seres humanos estamos unidos por eso”.
Es alegre, irradia vitalidad y es muy original, su vestuario te lo reafirma cada vez que la observás, sus outfits están compuestos por las más ocurrentes y acertadas combinaciones, que por supuesto se acompañan de hermosos accesorios diseñados por sus manos o las de su mamá Alexandra.
Xochilt usa una argolla en la nariz y bálsamo en sus labios, el maquillaje en esta tez es prácticamente nulo. Ante el espejo le gusta lo que ve, su singularidad la hace lucir linda.
“Hay gente que piensa que uno es raro por su forma de vestir; sin embargo, en Costa Rica es muy difícil que alguien te discrimine por eso, aquí está muy radicado lo que es el arte, acá son demasiado bellos”, termina la frase con una insistente y sincera sonrisa.
La particularidad no es solo asunto de ella, su papá, mamá y hermano visten sin necesidad de seguir modas, en su diario vivir predominan los accesorios, la mayoría de los utilizados cuentan con algún significado o son poseedores de energía, están hechos con piedras o semillas que se recolectan de manera amigable con el ambiente por distintos puntos de Costa Rica, Nicaragua, Panamá, México, Guatemala, entre otros.
“Yo creo que las piedras nos transmiten energía, ellas tienen átomos en su centro, por fuera la ves muerta pero en su interior está viva, esa energía que transmite es curativa, yo pienso que ayudan a sanar, no las veo como algo esotérico”.
Dicen que la vida se encarga de ponerte en el lugar indicado, y Xochilt está de acuerdo con que esta ha sido muy bondadosa con ella. Hoy disfruta junto a sus compañeros de andanzas de lo que quizá no hubiera encontrado en otro lugar, agradece la sensibilidad y apoyo que desinteresadamente recibe de su familia.
“Ellos son personas muy libres que tienen sus vidas hechas, tenemos casi que los mismos pensamientos, son muy viajeros, hoy están aquí y puede que mañana no, por eso nos llevamos tan bien, yo soy así libre, por eso me vine de allá para acá: me aventuré”.
Forjando camino
Xochilt es parte de una familia y también del negocio que lleva sustento a sus integrantes.
Mientras Calym -quien sobresale por su larga, brillante y ondulada cabellera-, trabaja el alambrito que próximamente se convertirá en una pieza única de bisutería, me cuenta que en la casa de los Dávila Maltés no existe jefe de hogar ni un líder, sino más bien que es gracias a cuatro pilares fundamentales que todo marcha de maravilla en el núcleo familiar.
“En nuestra casa mis hijos pueden hacer lo mismo que nosotros, somos su espejo, si ellos nos vieran fumando a Alexandra y a mí, podrían hacerlo también. Creemos en la educación alternativa y no en la represiva”.
“Efecto Mariposa”, es el nombre que lleva el negocio de esta familia, ellos ofrecen a sus clientes productos únicos y trabajados de manera artesanal, Calym y Alexandra tienen más de 16 años de vivir gracias al arte, paulatinamente integraron a sus hijos a la labor.
“Mis papás me enseñaron todas sus técnicas, me las heredaron, mi mamá empezó y mi papá se le unió, trabajo todo lo relacionado con reciclaje, ellos son diseñadores empíricos; yo me dedico especialmente a los tejidos, algunas cosas si las aporto al trabajo de ellos”, exclama Xochilt en medio de la conversación que sostengo con Calym.
Es apasionada por el trabajo que realiza, aunque actualmente se desempeña en esto por circunstancias del destino, el propósito principal que tenían ella y su mamá era otro.
“Vine y apliqué para entrar a la universidad pública, pero todo se complicó y no pude ingresar, fue ahí cuando empecé a dedicarme a las artesanías”.
Asegura que la diferencia académica entre un país y otro es muy alta, razón a la que atribuye haber reprobado el examen de admisión, hasta el momento el interés por estudiar es el mismo, incluso mayor que hace ocho años cuando intentó por primera vez ingresar a la Universidad de Costa Rica.
“Hasta la fecha sigo con la ilusión de estudiar, en mi vida personal es muy importante, en los últimos años en los que no he podido hacerlo, he aprovechado el tiempo para estar en distintos cursos, sé de cocina, inglés, costura, pero mi propósito sí es entrar a la universidad a estudiar algo de la rama ecológica, me interesa mucho la botánica”.
De sus finas manos salen gorros, chales, bolsos y todo lo que se le ocurra. Aprendió la técnica gracias a un intercambio de conocimientos que hicieron sus padres con otro artesano, ellos enseñaron su manera de trabajar y a cambio esta persona instruyó a Xochilt en el campo del tejido.
“Soy algo empírica, en el momento en el que tomé el telar para crear los tejidos lo hice como si tuviera años de hacerlo. Tengo 5 años de tejer y yo hago mis propios diseños, yo transformo diseños, cualquier cosa que se hace con telar yo puedo hacerla. Gracias a mi trabajo propio que son los tejidos aporto al hogar, pago mi seguro social y todo lo que yo ocupe comprar”. Orgullosa me muestra un gorrito estilo duende.
Para la desamparadeña no todos los días son iguales, ¡por dicha!, porque la monotonía es su enemiga, a veces le toca ir al negocio, en ocasiones se queda tejiendo en la casa, lo que sí es seguro en su cotidianidad son las reuniones con los suyos cada noche, en ellas conversan sobre cómo estuvo el día, hablan de sus inquietudes, problemas o alegrías.
“Cuando estoy en la casa termino de trabajar entre las 9 y 10 de la noche, ya después me pongo a hacer otras cosas o a conversar con la familia, es muy importante tomarnos tiempo para compartir”.
Cuando su agenda se lo permite, practica basketball, camina, anda en bicicleta y le encantaría meterse en clases de natación, aparte del deporte le apasionan la música y la lectura.
“Me gusta el rock and roll con sentido crítico; de los libros mis favoritos son cuentos, novelas, disfruto de la poesía aunque es un poco difícil desentrañarla, por eso prefiero la vanguardista, es más clara”.
Semillita de libertad
Confiesa que ha adoptado más cosas de las que pudo imaginar de su familia: “ahora soy más crítica, salí de la burbuja en la que todo parece malo; adquirí mayor libertad para hablar, para relacionarme con otras personas”.
A pesar de ser más desenvuelta que antes, Xochilt es de poquísimos amigos, si bien tiene gran capacidad y simpatía de sobra para forjar amistades, prefiere no ser muy apegada con los demás, narra mientras fabrica hábilmente empaques para entregar el producto que venden.
“Tengo claro que cada quien tiene sus cosas que hacer, me gustan más esas amistades que ves años después y vamos a hablar como cualquier otro día, prefiero esto a acercarme mucho a alguien que puede que después se vaya”.
Por un momento deja de hacer las bolsas de papel reciclado, necesita acomodar una de las piedras que están en las urnas que rodean el negocio, aprovecha para echarle una manita a las piezas y accesorios; semillas e inciensos; y hasta billeteras hechas a base de lata de cerveza que están a la venta, en ese instante abordamos el tema de las relaciones amorosas, habla del asunto sin preocupación, parece que sus prioridades son otras, enseguida lo aclara.
“En el amor no estoy muy interesada, hay personas que me halagan y quieren salir conmigo pero no les hago mucho caso, yo veo esto como más de vibra, si es alguien que me transmite vibra positiva pues sí, pero hasta el momento no ha llegado, me gusta estar cómoda, me gustaría alguien que tenga una manera similar de ver la vida, como yo no fumo ni tomo es más difícil encontrar a alguien así”. Se muestra seria –por primera vez-.
La idea de formar su propia familia no le es ajena, le gustaría tener hijos propios y también adoptar.
Expresa el amor que tiene por su familiares, pero por más grande que es este sentimiento existe algo más allá que la mueve: el deseo vehemente por acariciar su propia libertad como ser individual.
“Estoy segura que dentro de cada uno traemos esa semillita de libertad, esa que dice como somos, es cuestión de ponerlo en práctica, hay que seguir adelante, no achantarse, hay que aceptar que no siempre seremos los niños de nuestros padres y buscar salir por nuestros propios medios.
Siento que mi semilla sí ha ido floreciendo, con las raíces que tengo ahora siento que puedo salir adelante por mis propios medios, soy un ser independiente, sé que nada es para siempre”.
Xochilt, colorida y con unas grandes alas, anhela cumplir todos sus sueños, cada día se esfuerza no solo trabajando, sino que se dedica a realizar buenas acciones para que le vaya bien.
“La vida es como un ying yang, hay cosas buenas y malas que pueden pasar todos los días, creo que uno va forjando su vida, las acciones e incluso las palabras pueden repercutir, si deseas mal hoy, puede que mañana te vaya mal, si deseas bien, mañana tu día puede ser mejor, uno va definiendo las cosas que pueden pasarte después o incluso el mismo día, todo es cuestión de la energía”.
En 10 años quiere verse como toda una profesional, dejar el negocio a su familia y alzar vuelo, se hallaría perfectamente siendo nómada viviendo de playa en playa.
Su gran sueño de vida es tener una casa rodante, de hecho me dijo que se define como una mujer revolucionaria y hippie, aunque claro sin todos los excesos que se vivieron en los 60´s.